Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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Peregrinando a Esparta por el camino madrileño
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Peregrinando a Esparta por el camino madrileño
Peregrinando a Esparta por el camino madrileño
Peregrinando a Esparta por el camino madrileño
CRÓNICA MADRID | 13ª de la Feria de San Isidro

Peregrinando a Esparta por el camino madrileño

Darío Juárez | Madrid

Ojalá Florito, para eso del 6 de junio, haga saltar todo por los aires después de San Isidro, agarrando el petate y diciendo que se va a criar bueyes berrendos a un rancho de Durham, Connecticut. A sus 61 años, no debe de ser plato de buen gusto que la ineptitud de una empresa le haga estar de casa a los corrales y viceversa a cualquier hora del día y de la noche, debido al continuo y sonrojante baile de corrales provenientes del polvorín ganadero en el que ha convertido El Batán el Centro de Asuntos Taurinos.   

Cuatro de Algarra más dos de Montalvo hicieron seis para que definitivamente, y con la condescendecia de la boina nubosa sobre la Monumental, tirase para adelante la decimotercera del abono isidril, cuando todo apuntaba al desembarque de un camión lleno de toros de los cercados salmantinos de José Enrique Fraile de Valdefresno. Los cuales, no descarten que se hayan quedado en la reserva de corrales para remendar lo que haga falta de aquí al final de feria. 

Intentó saltar al callejón el castaño chorreado 2° cuando dio las buenas tardes a Madrid. Un toro que acabó sacando cierta clase y maneras —después de que Chocolate le partiera la paletilla izquierda— yéndose tras la muleta larga que le presentó un generoso Román para lucirlo en la larga distancia hasta que perdió las manos dos veces en el tercer muletazo y todo se apagó. El toro no servía para Madrid y el valenciano se justificó con él como pudo sin trascendencia alguna. 

La que sí tendría la lidia de esa fiera quinta de embestida tricéfala —hacia delante y los dos lados—, mansa, encastada y afligida que se comía la muleta de un Román romanizado al que a punto estuvo de llevárselo por delante en el segundo derechazo. El tren de Montalvo humillaba pero había que tragarle dos mundos para aguantarle esos viajes exigentes, preñados de casta y nada francos, filtrados por el diapasón del duelo enfebrecido del valenciano y los intentos de su muleta por llevar las centellas de las puntas por debajo de la pala, a sabiendas de los arreones de manso que en cualquier momento saldrían por encima del palillo. Como así fue cuando los "¡uys!" se sucedían hasta que ya cerradito más acá de las rayas, con todo para el toro, le quiso enjaretar una última de naturales que no perdonaron el pitonazo seco y por dentro del muslo izquierdo que le tiró el astifino. Momento para seguir pisando clavos sin mirarse erigiéndose como el faquir valenciá y cerrar la peregrinación a Esparta con unas manoletinas quitando el aire a un hippie, de las que le ponen cachonda a Madrid, antes de enterrar la espada en lo alto. Orejón de Madrid.   

Orejón, no, pero orejita, sí, fue la que el palco le negó del interesante y encastado 3° de Algarra a Francisco José Espada, que dio una vuelta al ruedo con todos los honores después de tremendo puñetazo con la tizona en el hoyo de las agujas. Un justo premio concedido por una labor generosa y firme del matador luciendo al mejor toro del encierro, más que por la conformación de una faena efímeramente solidificada en el toreo fundamental, particularmente por el pitón izquierdo. Las cotas más altas llegaron siempre y de manera intermitente, por los cambiados por la espalda o culerinas, que diría el tuitendido.  El mansurrón y geniudo 6° lo sorprendió en una de las veces que se cruzaba al pitón contrario, pudiéndolo herir por debajo del glúteo izquierdo, hacia donde se llevó constantemente la mano antes de entrar a matar. 

Medias arrancadas fue lo que iba escupiendo el toro de Algarra con el que El Payo volvió a Madrid después de siete años a medida que iban consumándose los tercios, hasta que llegó a la muleta para cambiar los esquemas a la plaza y al matador, sacando un fondo de casta que empezaba tardito pero explotaba cuando el mexicano lo apretaba en corto. Pocas fueron esas veces, de una faena invertebrada y carente de emoción de continuidad, que además denotó una falta de colocación evidente y protestada por la plaza.   

Alargó el mexicano el trasteo vacío de contenido que le propuso al inválido 4°, al que no devolvieron en los primeros tercios por caer en manos de un capotero como José Chacón. Al igual que muchos otros toros de esta feria, que han sido tapados y no devueltos por el buen hacer de los capotes de peones como el mencionado, Navazo, Curro Javier o Juan Carlos Rey en las lidias del tercio de rehiletes. Poco contenido de uno y otro. 

 

* Ficha del festejo: 

Monumental de Las Ventas. 13ª de la Feria de San Isidro. Algo más de 3/4 de entrada. Se lidiaron 4 toros de Luis Algarra y 2 de Montalvo (4° y 5°), serios, bien armados y muy bien presentados; faltos de finales pero interesantes en su conjunto a excepción del inválido 4° y el desrazado 6°. 

El Payo, de azul rey y oro. Silencio tras aviso en ambos.   

Román, de gris plomo y oro. Ovación con saludos y oreja. 

Francisco José Espada, de azul marino y oro. Vuelta al ruedo tras fuerte petición y silencio tras aviso.

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