Por el piton derecho
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'San Pedro Regalado, ruega por mi afición'
Foto: Silvia Olmedo
Crónica Valladolid

'San Pedro Regalado, ruega por mi afición'

Darío Juárez | Valladolid

Hasta Valladolid se llevó Morante la expectación del decimoséptimo de mayo, en honor al patrón de la ciudad y los toreros, San Pedro Regalado. Con un aspecto de lleno aparente, al ruedo del Paseo Zorrilla saltó una corrida chica de Cuvillo, deslucida, blanda y descastada, a excepción de 2º y 5º; un lote para hartarse a torear de verdad, encajado, y no como lo entendió Emilio de Justo, sin pasarse una sola vez a ninguno de ellos por la faja pese a las tres orejas que el público festivalero le regaló después de una estocada caída en el primero y un bajonazo infame en el último. Monumental bronca para Morante después de no querer ver al 4º; nulas opciones para Ortega frente a dos animalitos muertecitos en vida.

La gracilidad del toreo a la verónica de Morante abrió la tarde templada pucelana frente al único toro con cierta seriedad para una plaza de segunda, de todos los que aparecieron por la manga de toriles. Nadie entendió por qué lo metió dos veces al caballo, cuando el animal estaba justo de todo antes de entrar. Morante gustó y se gustó, desde el inicio cosido a los vuelos de las trincherillas hasta los naturales que se tragaba enteros. Faltó menos perfil y más pie en el acelerador del de La Puebla que, a base de efímeros detallitos y sin poder decir que estuvo mal, no redondeó nada.

Fue frente al 4º cuando tiró por la calle de en medio, después de un inicio por alto de ayudados que hicieron peor al toro. Morante lo macheteó tocándole las orejas y, sin ponerse por la izquierda, se fue a por la espada. La lluvia de almohadillas le esperaba al finalizar el festejo camino de la furgoneta, a la que tuvo que llegar escoltado por la Policía.

Se puede entender que el día antes de tener el primer gran compromiso en este San Isidro, y después de haberte quedado fuera de Sevilla, uno no tenga la cabeza donde la tiene que tener. Pero esa no es mi culpa, pensará quien fue hoy a Valladolid a ver expresamente a Emilio de Justo. Al De Justo que le conquistó y le dio dosis de afición cuando todo lo que hacía en su resurgir del ostracismo era con una verdad sin mácula. Sin embargo, eso hoy no se vio por ningún lado.

Si noble, colaborador, encastadito y bombón de Hacendado fue el 2º, el cual no abrió la boca hasta que el extremeño montó la espada, y al que sólo quiso torear en línea aprovechando la buena inercia del animal, con una rigidez notoria todavía tras la fatídica lesión cervical, para terminar dejando una estocada caída por el que le dieron las dos orejas, el 5º fue un Ferrero. Un animal recogido, como casi todo el encierro, pero con una calidad empoderada, siempre a más, que dejaba en evidencia la ventaja con la que Emilio le sobaba al hilo ligando tandas, sin apretarse con el de Cuvillo en ninguna de ellas. De Justo tiraba la ayuda, ensimismado en su abandono por su toreo hoy irreconocible, y nadie le volvía a cantar un olé. Bajonazo y oreja. Salió a hombros.

La exigencia de los ocho muletazos de apertura de Juan Ortega frente al 3º, mal picado como toda la corrida, fue lo único que pudo dibujar el trianero en la tarde de hoy en Valladolid. Bueno, y el recibo a la verónica. Ese prólogo de faena dejaba al cuvillito en el alambre y a Juan con ganas de torear más, pero ahí no había nada que hacer. La babosa sexta fue un imposible y a ambos los pinchó.

Ficha del festejo:

Plaza de toros de Valladolid. Casi lleno. Festividad de San Pedro Regalado. Se lidiaron 6 toros de Núñez del Cuvillo, chicos y por debajo de la categoría de la plaza a excepción del 1º; blandos y descastados, a excepción de 2º y 5º.

Morante, de verde botella y oro: Ovación con saludos y bronca.

Emilio de Justo, de negro y oro: dos orejas y oreja.

Juan Ortega, de buganvilla y oro: silencio en ambos.

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