Caes en un surrealismo absoluto si te mencionan que, en Sevilla, en una fecha tan sumamente calurosa como el día del Corpus, hizo mejor temperatura que a día 30 de septiembre. De hecho, aquella jornada se echaron de menos las rebequitas en el tramo final de aquella novillada. En esta segunda de San Miguel la palabra “veranillo” evolucionó a lo que creíamos que ya acabó: una temperatura propia de un tórrido verano agosteño hispalense. Siéndoles sincero y teniendo que escribir para ustedes, quién pudiera tener uno de aquellos abanicos que con total sincronización se agitaban por los tendidos. Segundo llenazo sin papel y un pique entre gallos de esto…
Nos olvidamos rápido de la devolución del inválido primero de Victoriano por dos sucesos. En este orden: el cantado saludo de Castella con chicuelinas y verónicas de mano baja y la sensacional, la aterciopelada lidia de Viotti al escuálido segundo, que se tapó únicamente por la cara. Pareó con habilidad Chacón y fue brindado por Sebastián tras saludar con toda su cuadrilla. Acto seguido, en una sabrosa apertura con trincherillas y doblones varios, el coloso francés volvió a demostrar su gran nivel en esta reaparición. Dicho inicio sirvió de propulsión para el resto de la faena, hilvanada sobre una regularidad total, constante en un temple largo por ambas manos. Cuando todo había tornado en obra mayor, la espada cayó en hueso. Pese a ello la oreja fue concedida. El rumbo de esta plaza lo mismo es sur que norte en dependencia innegable del día y de los acartelados. Ayer, esto fue un silencio catedralicio.
Para el cuarto, la traca de la tarde. El capítulo explosivo de un festejo sostenido en la liviana alegría del primero del festejo. Con el motor encendido en todo momento, el cuarto fue un caramelo para un Sebastián Castella con la suavidad suelta, desparramándola con un trazo ralentizado -que no templado, son cosas diferentes- en el buen son de un toro de notabilísima clase de Victoriano del Río. Las series se sucedieron con dicho estilo. Por el derecho y por el izquierdo, donde administró los tiempos a la perfección. Definitivamente se llevó el lote propicio para conseguir una Puerta del Príncipe merecida pero no del todo rotunda. No de aquellas con las que se tiraron las campanas al vuelo allá por abril pero sí mantenida en una fina duda manifestada en sensación que se quedó en mi pensamiento. ¿Qué era lo poco que le faltaba al magnífico hacer de Sebastián para quedar calificado como rotundo? Ahí quedará eso. La estocada, en el sitio donde duele la muerte. Dos orejas.
El segundo, con mejores hechuras, dejó a Talavante expresarse con el capote. Siempre me resultará desconcertante la nula mención del extremeño cuando hablamos del toreo de capa. Relajó las muñecas y lo llevó enganchado en todos los viajes, convertidos al temple, que ejecutó. Con la zocata se paró el de los rizos y no hubo manera. Mi percepción es que no quiso en ningún momento mostrar lo que tenía dentro. Tanto fue así que se lo llevó en el arrastre. Antes de acabar, reincidir -pues ya lo he hecho en algunas crónicas- sobre la desconcertante actitud en el ruedo de Roca Rey cuando no es su turno. El número de estar pegando verónicas al aire cuando un compañero lidia un toro no pasa para nada desapercibido y está mal, rematadamente mal.
En el quinto, más de lo mismo. Ese aire mansón sin casta alguna. Abrevió Talavante bajo una pitada que no logré entender.
No hubo quien reinara en el desorden del castaño tercero. Ni la habitual maestría de Chacón ni el mazo de Roca pudieron con él. La lidia no pudo ser otra cosa que un desastre. Y eso también tiene irremediables consecuencias. Tornillazos y pequeños brincos en el burel. Nada pudo hacer el peruano, que lo despeñó con un bajonazo infame.
En el sexto Roca Rey navegó en tres aguas diferentes y aquello, si les digo la verdad, no tuvo sentido alguno. Se colocó a la perfección cuando cogió la mano derecha, templando de forma ajustada mientras el toro iba y venía. Cogió la mano izquierda y la Maestranza, la misma que después alabaría las cortas distancias, le recriminó el estar fuera de sitio. De ahí, a las cercanías cuando había cogido la mano derecha de nuevo y esto, en una figura máxima, llama la atención. Desorden.
* Ficha del festejo:
Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. 2ª de San Miguel. Lleno de “No hay billetes”. Toros de Victoriano del Río y Toros de Cortés (5°): Escurridos de cuartos traseros y variados en juego. Buenos 1° bis y 4°. Parados los demás.
Sebastián Castella: Oreja y dos orejas.
Alejandro Talavante: Silencio y pitos.
Roca Rey: Silencio y saludos.
Saludaron las cuadrillas de Sebastián Castella y Alejandro Talavante en 1er y 2° lugar.