Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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Sin Ayuso y con un Juli a la madrileña
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Crónica Madrid | Festival Día de la Comunidad

Sin Ayuso y con un Juli a la madrileña

Darío Juárez

Todo el mundo buscaba al matrimonio político-chulapo por excelencia en las barreras del 10 y el 1, pero Ayuso y Almeida no acudieron esta tarde al festival taurino que programó la propia presidenta, sirviendo como pistoletazo de salida para la vuelta de los toros a la Comunidad. Volvieron los toros sin Ayuso pero con la normalidad de siempre: dos juanpedros para atrás a la primera de cambio, las palmas de tango, los cansinos "vivas" de gintonic, rarezas en los palcos como que haya pañuelos que no sean sacados por el presidente y sí por el delegado gubernativo pero, sobre todo, volvió el aficionado de Madrid a su plaza después de más de 500 días cerrada a cal y canto. 6000 personas en los tendidos presenciaron un variopinto festival en el que se dio cita un abanico de sensaciones que empezaba con el reencuentro anhelado con la piedra venteña y prosiguió con el devenir del propio festejo.

El primer animal en volverse a lidiar en la Monumental de Las Ventas desde 2019 sería para rejones, pues fue Diego Ventura quien abrió el cartel en este exclusivo festival. Un toro bajo y chico, muy cómodo de cara, que permitió al caballero cigarrero obrar con él una seria y comprometida actuación. Brindó a Ayuso desde el mircrófono de la tele "por tirar pa'lante", antes de esperar a porta gayola y colocar el primer y único rejón de castigo al de Capea en los medios. Cuesta no ver en la ficha de caballos a 'Sueño', pero hoy, una joven promesa de nombre 'Fabuloso' dejó patente, en el ruedo de la primera plaza del mundo, su sitio y la confirmación de ser su heredero. En el centro de Madrid llegó una ajustadísima primera batida. El toreo de costado, el trincherazo con la grupa en las tablas del 7, las ventajas hacia los adentros, la salida y la pirueta. A continuación, Lío y sus cambios templados de dirección. Rejonazo en lo alto muy efectivo y dos orejas.

El aura galeno de Enrique Ponce volvía a Madrid de campaña con la bata, el fonendoscopio y sus enfermos del turno de tarde. Dos toros con cuajo de Juan Pedro, inválidos, flojos de remos aún con buen aire cuando hacían por meter la cara, pero sin un hálito de fuerza ninguno de ellos. Tampoco la tuvo el tris (te) 2° de Capea, el sobrero altote y escurrido de rejones, con el que se entretuvo por allí y sin ninguna confianza a pegarle naturales a su altura. El toro se venía por dentro por el derecho tras el segundo muletazo y no logró meterlo mano. El aviso sonaba inmediatamente tras el fallo a espadas.

Volvían los toros a Madrid y El Juli, también. Además, a la madrileña, como le gusta a Ayuso y a esta plaza. Al burraquito de Garcigrande lo leyó desde que apareció, ejecutando con él un extraordinario saludo a la verónica templado, bailando un vals con los vuelos, de manos muy bajas y sin juego de brazos. Lo señaló en el peto para volver a quitarlo por el mismo palo, esta vez a compás abierto en los medios. Julián se sentía fino y el son del toro en banderillas le terminó por sacarle de su duda, si es que la tuvo en algún momento. El de Garcigrande metía la cara en el capote como un resorte. Clase que aprovechó el matador madrileño para afianzarse con él y concatenar una faena grande. A la madrileña: en vertical, hacia dentro, templado y todo por abajo. 6000 personas rugieron como si se tratara de las 24000 totales. El pulso, el mentón hundido y la faja en el carril del toro, vaciaban toreando ayudados de una muleta las embestidas al natural por bajo. Del cielo llovía la divinidad de las trincherillas, los cambios de mano o los del desprecio rebosantes de torería, poniendo a todo el mundo de acuerdo. Al cambiar al derecho, volvió el otro Julián; el poderoso y denotadamente flexible, pero de menos empaque y finura a la hora del trasteo. Entre tanto se perdió algún marginado enganchón, que de ningún modo emborronó una de las mejores y más toreras actuaciones de El Juli en Madrid, desde aquella tarde con Licenciado de Alcurrucén en 2018 que se llevaron los aceros. Hoy, esa suerte calló de cara con el julipié, claro. Que es como la finalización del aguanís de Raúl, pero en vez de hablar de la sofisticada calidad del ariete, es de coña en este caso. Estocada pasada y efectiva, y dos orejas como dos soles.

Un toro de nota fue el 4°. Serio, con mucho cuajo y mando en plaza desde el recibo en el que ya se le vino por dentro a José Mari Manzanares. Paco María se enganchó de manera esplendorosa con el de Victoriano del Río, que empujaba de riñones queriendo descabalgar al varilarguero finalmente sin fortuna. El toro traía carbón y esa castita fatigosa que  le hizo suspirar al alicantino antes de montar la muleta con la que se fue a por él. Ambos se abrieron paso entre la espesura de la duda, pues por arriba no quería nada. A Manzanares le costaba cogerle el aire y fue ya en la tercera serie cuando intuyó la necesidad del animal por querer coger aquello bien tapadito sin dar lugar a ver algo que no fuera la tela. Meritorio el torero y su tesón por quererle al victoriano, más aún con la estopa que repartía como le intentaras dudar una vez hincadas las zapatillas. Gran toro. Estocada perfecta y oreja de ley de Madrid.

A Ricardo Gallardo le custodiaba las tensiones nerviosas de sus espaldas un capote con el escudo del Real Madrid, como le tiene Toñín El Torero en su localidad del Fondo Norte del Bernabéu. Su toro, ese 5° bajito y bien hecho por delante, pero con carencias de músculo en la culata para poder emplearse notablemente como no hizo en varas. El de Fuente Ymbro tenía fondo de casta, pues así lo demostró respondiendo a la exigente y vibrante muleta de Miguel Ángel Perera, con la que tragó y se entregó desde el inicio de faena desde los medios, de rodillas, con su habitual cambiado por la espalda. No de la misma manera el extremeño en las dos últimas tandas con el toro entregado y tirando de muñecazo pero al revés; todo hacia fuera sin traerlo toreado en ningún momento. Estocada casi entera y caída. Oreja.

La pulcritud de Paco Ureña volvía a pisar el ruedo de Madrid: su plaza. El lorquino sorteó un toro de Vegahermosa muy sosito, distraído y con poca fijeza en los engaños en los primeros tercios, que le permitió en la muleta dibujar trazos caros de pureza y reposo. El toro parecía tener un defecto en el embestir cuando lo hacia con las pezuñas hacia dentro, dificultando el meter la cara de manera que el torero no tuviera que volver a colocarse buscando la adecuación de la suerte. No fue así. Faltó el calor de la bravura en la intachable voluntad del matador murciano.

Cerró el festejo el joven novillero Guillermo García. Y como tal, estuvo en novillero y no por la paliza aparentemente sin consecuencias que le pegó el utrero de El Parralejo, sino por el conjunto de la lidia del mismo. Desde el recibo con la larga cambiada en el tercio, pasando por la búsqueda del toreo fundamental, aunque le costaba sacarlo por debajo de la pala cuando el novillo respondía entregado, hasta llegar al valor de meterse entre los pitones con la paliza a cuestas. Pinchazo y estocada entera. Oreja.

 

  • Madrid. Plaza de toros de Las Ventas. 2 de mayo. Festival taurino con picadores. Lleno de ‘no hay billetes’ dentro del aforo permitido. Se lidiaron 6 toros y 1 novillo de diferentes ganaderías: Carmen Lorenzo (1° y 2° tris justitos), Garcigrande (3° de gran clase), Victoriano del Río (4° de gran bravura), Fuente Ymbro (5° de buen fondo), Vegahermosa (6° desuniforme) y El Parralejo (7°).
  • Diego Ventura: dos orejas.
  • Enrique Ponce: silencio tras aviso.
  • El Juli: dos orejas.
  • José María Manzanares: oreja.
  • Miguel Ángel Perera: oreja tras aviso.
  • Paco Ureña: silencio tras aviso.
  • Guillermo García: oreja tras aviso.
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