Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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'Toro: cuando el nombre de una localidad marca su sino'
Plaza de toros de Toro
195 aniversario

'Toro: cuando el nombre de una localidad marca su sino'

Carmen Toro

"Hay plazas de toros y plaza de Toro". La frase no es mía, sino del director de este mismo medio, pero la hago tal porque ya se sabe aquello de que "la confianza da asco" y con él tengo el privilegio de compartir confidencias y amistad de la buena. El mismo orgullo de ser su amiga que de poder sentir también mía esa plaza distinta a todas, "mi plaza".

Hoy, esa plaza, la plaza de toros de Toro, ve cumplidos 195 años desde que Francisco Montes Reina "Paquiro" hiciera el primer paseíllo y lidiara el primero toro en su ruedo. Montera encajada el diestro, seguro, porque fue él mismo quien la "puso de moda" y le regaló su primer apellido como nombre.

Aquel 18 de agosto de 1828 se inauguró en la zamorana Toro, que había dejado de ser capital de la provincia homónima —extinguida— tan sólo 24 años antes, una de la terna de las plazas de toros más antiguas que existen en España y casi la única que hoy en día queda en pie, manteniendo su estructura y apariencia decimonónicas y conservando también la mayoría de los materiales originales con los que se construyó, a pesar de su rehabilitación y reinauguración en 2010. Pura belleza manufacturada en "Tinta (de Toro) y albero".

Pero esta plaza Bien de Interés Cultural (BIC) que hoy cumple años sirve sólo de contexto al tema central de este texto, otro hito que, de algún modo, ha vivido el coso toresano: Toro fue, hace 12 años, el primer municipio español en declarar los festejos taurinos como Patrimonio Cultural Inmaterial, de acuerdo con lo establecido por la UNESCO.

Y, también en el podio mundial, la localidad toresana fue la segunda del orbe en hacerlo. Sólo por delante, la venezolana Tovar. Ambas dos y las que han venido después —como la también zamorana Villalpando, cuna del maestro Andrés Vázquez y tercera en el mundo en sumarse a esta declaración— se acogían así a la siguiente disposición de la UNESCO:

"Se entiende por patrimonio cultural inmaterial: las representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas —junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes— que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural”.

Y es que el arte del toreo es y aúna representación, expresión, conocimiento y técnica. Para interpretar las cuales emplea objetos y artefactos tan genuinos y únicos como capote, muleta o banderillas, que, sin duda, le son inherentes. Como también se lo son las plazas de toros, esos "espacios culturales" concebidos para poner sobre el tapete la historia más antigua, la lucha del toro y del hombre, la danza entre el ser humano y la bestia. El pulso entre la brutalidad y el raciocinio. La verdad. La certeza de que a la vida siempre la vence la muerte. Aunque algunos —y, a veces, todos lo hagamos— crean lo contrario.

Después de Tovar, Toro y Villalpando, vendrían otras como las catalanas Alcanar, La Ampolla, Camarles, Corbera de Ebro y Hortas de San Juan, Tarazona de la Mancha, Socuéllamos, Orba o Cantalpino, entre tantas más; incluso, comunidades autónomas. Hasta que la Ley 18/2013 acabó reconociendo y protegiendo a la tauromaquia como patrimonio cultural de España hace ya una década. Y todavía hay que recordarlo según a quienes.

Y es que ya lo decía el filósofo Ortega y Gasset: "No se entendería la historia de España sin la historia de los toros, como tampoco se entendería la historia de los toros sin la historia de España".

Y para acabar dando la vuelta al redondel tras este paseíllo de datos: tampoco se entendería la historia de Toro —pasada y futura— sin los toros. Tanto es así que la localidad zamorana hasta lleva por nombre al más bello y totémico animal. Bravo por todos los que se atrevieron. Y felicidades en su aniversario a la plaza de toros de Toro. Como no hay otra igual.

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