Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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Urdiales enclaustra la verdad del toreo al natural; la obra cumbre de su temporada
Excelso natural de Urdiales:/ Jokin Niño
Azpeitia

Urdiales enclaustra la verdad del toreo al natural; la obra cumbre de su temporada

Darío Juárez

Julio, agosto y septiembre, con la no tan ya lejana Logroño en el final del camino, marcan los tempos del calendario taurino del norte, donde además de enclavarse en sus comicios ferias fuertes dominadas por las figuras -que exigen su toro- como la reciente de Santiago en Santander, también lo hace otra en una coqueta y muy vasca plaza de tercera, como es la de San Ignacio en la guipuzcoana Azpeitia.

Un serial de tres días que echó andar en la tarde de este domingo, con una corrida de Ana Romero sospechosamente manipulada de pitones, blanda y descastada en la primera parte de la misma, y a más en la segunda, destacando la calidad del pitón izquiero del cinqueño 4°, con el que Urdiales verbalizó el toreo con el pulso de su muñeca izquierda, y la profundidad del 5° en las manos del torero total llamado Daniel Luque.

Los 22° les sientan bien a los azpeitiarras que con cada coletazo de julio se sientan en los tendidos de su plaza a disfrutar del toro y de los que se ponen delante de éstos. Hoy, tras el chupinazo del mediodía, volvieron a ella para degustar el toreo de Diego Urdiales en la primera de feria.

Cuando el exigente por malo 3° yacía inerte sobre la arena cenicienta, mulilleros y cuadrillas se cuadraban al oír el Zortziko fúnebre en memoria del banderillero José Ventura, herido de muerte en el antiguo coso de esta localidad en el año 68. Aquel emotivo momento amenizado por gaitas vascas fue el preámbulo de la salida del corretón, que no galopón, cinqueño y corto 4°. Muy mal picado por Manuel Burgos y con el que Urdiales firmaría con la mano izquierda la mejor obra de su irregular y discreta temporada.

A su altura lo fue sacando el de Arnedo, como a su altura lo fue consintiendo por el derecho, ligando derechazos largos para observar la profundidad del toro en dos primeras series, antes de echársela a la zocata y que su muñeca volviera a obligar a las plumas, empezando por la del maestro Barquerito, a hacer correr ríos de tinta por San Ignacio. Desde el cite hasta el embroque, con el pecho por delante y el corazón estirado en la panza de la muleta, morían los vuelos con música donde al cárdeno le caían las babas. Urdiales dormía el toreo en cada trazo como si fuera el último servicio a su alma, pregonando con tres series redondas un suceso que aún no se había consumado. Los trincherazos abrochando las tandas, los de pecho larguísimos toreando con el codo que no torea... Todo era belleza, belleza y más belleza. Y aquel final a pies juntos, al natural, claro, rematado entre lágrimas desde las alturas por Pepín Martín Vázquez. Y la estocada casi entera. Y las dos orejas del tirón.

Con el blando y descastado 1°, no se encontró. Le costó porfiar y fiarse del cárdeno, que no dijo nada, saliendo siempre con la cara por arriba punteando el engaño.

A Luque le falta toro. Choca demasiado ver tarde tras tarde el abuso de la técnica de este torero, frente a cualquier toro que tenga delante. Y cuando digo cualquier toro es cualquier toro, porque lo ha demostrado sin mirarle el hierro a ninguno con los que ha firmado obras como la de hoy al 5°, cargada de profundidad, empaque y una inteligencia supina para enarbolar una obra sin altibajos que únicamente mantuvo él matador cuando hizo bueno al santacolomeño de Ana. Oxigenando las series primeras por el derecho, para acto seguido poner a funcionar el instinto depredador del torero total que es, mezclando el poder de su técnica con el de su estética, preñando de profundidad cada natural. Firmó por luquesinas el final como antesala a una estocada que no hizo caer al toro con rapidez, teniendo que utilizar entre infortunios el estoque de cruceta perdiendo así los trofeos.

Al inválido 2° le supo mantener en pie todo lo que pudo con precisión de cirujano, como acostumbraba un doctor de Chiva muchas tardes en el ocaso de su carrera. Le cortó una oreja tras meterle bien la mano. El martes hará de nuevo el paseíllo en lugar del lesionado Morante, convaleciente aún de dos cogidas en el mes de junio.

Al albaceteño de Hellín, Diego Carretero, que regresaba a Azpeitia tras su buena tarde del pasado año con la corrida de La Palmosilla, no se encontró a sí mismo ni con su lote. Sorteó en tercer lugar un animal complicado y exigente, que no regaló nada y con el que no pudo. El 6°, el más toro y el único que de verdad se empleó debajo de los estribos de los picas, se fue viniendo a menos a medida que se iba sucediendo un trasteo de muleta, que no supo tampoco maquillar con su falta de técnica el matador; un torero muy poco placeado y carente de contratos.

* Ficha del festejo:

Plaza de Azpeitia. 1ª de la Feria de San Ignacio. Se lidiaron 6 toros de Ana Romero (con divisa negra en señal de luto por el reciente fallecimiento de su criador, Fernando Carrasco), desiguales de presentación. Descastados 1° y 3°, inválido el 2°, con clase el 4°, a más el 5°, a menos el 6°.

Diego Urdiales, de azul marino y oro. (Silencio y dos orejas)

Daniel Luque, de grosella y oro. (Oreja y ovación con saludos)

Diego Carretero, de corinto y oro. (Silencio en ambos).

* Se desmonteró José Manuel Más tras parear al 6°.

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