Cincuenta años se cumplían de la primera corrida de toros lidiada -a su nombre- por Victorino Martín. Fue el 29 de septiembre de 1966, en Calasparra. Y hoy, casi medio siglo después, en la misma plaza, se volvían a anunciar los victorinos. Y qué mejor regalo para tan señalado aniversario que un indulto. Plebeyo, lidiado en quinto lugar (aunque fue sorteado y enchiquerado como cuarto) se ganó el perdón gracias a su magnífico comportamiento. Un gran toro que, sin embargo, no merecía tal honor. Muy en tipo, el animal era una pintura. Guapeza en la expresión, tocadito de pitones, estrecho de sienes, de lomo recto, fino de cabos, y con la característica capa cárdena; era el prototipo del toro de Albaserrada-Saltillo.
Ya desde salida mostró ímpetu y buena condición. En el único puyazo que tomó, cumplió empujando. Pero no lo volvieron a poner en suerte... Ya en el último tercio, y ante la muleta de Curro Díaz, el astado tuvo las virtudes de la fijeza, la prontitud, la alegría y la humillación. Un toro con fondo encastado que repitió arrastrando el hocico, aunque en los últimos compases de la faena empezó a salir distraído con la cara arriba. Pero a esas alturas, la pasión ya estaba desatada en ruedo, callejón y tendidos. Como suele ser habitual, tanto el torero como la cuadrilla y demás habitantes del callejón, no sólo no frenaron la reacción de la gente, sino que la alimentaron hasta conseguir su propósito. Todo, con el beneplácito del propio ganadero.
Así que, al final, tras una faena de Curro Díaz en la que hubo de todo y que se jaleó de lo lindo, el presidente desempolvó el pañuelo naranja. El torero de Linares, que evidenció su innata personalidad y torería, firmó alguna serie muy notable en la que toreó relajado y muy sentido, pero también se alivió por momentos con medios pases de cara a la galería y retrasando la pierna que torea. Acelerado en algunos compases del trasteo ante la codicia de su oponente, dejó, eso sí, algunos detalles de suprema belleza como un puñado de trincherillas y pases de desprecio. Antes, frente al buen primero, un ejemplar noble y con calidad que blandeó, firmó una labor irregular que contuvo muletazos de figura encajada y zapatillas asentadas. Con la espada falló repetidamente y, encima, en uno de los pinchazos, sufrió un fuerte golpe en la cara que le obligó a pasar a la enfermería.
En el resto de la corrida de Victorino hubo variedad e interés. Un encierro bien presentado en general y de notable juego, que no decepcionó a los aficionados que se dieron cita en la localidad murciana. Del sexteto, incluso por encima del toro indultado, destacó el tercero, un bravo y completo novillo al que Filiberto no llegó a cuajar. En la faena del torero local, que fue de más a menos, sobresalió una buena y ceñida serie al natural, pero faltó esperarlo y engancharlo más, así como perder menos pasos. Pero claro, había que tener mucho valor para aguantar la codicia y exigencia de un utrero que, pese a los dos puyazos que le dieron, fue siempre a más y tuvo una enorme duración y viveza. Con la espada, tampoco anduvo acertado. El feo sexto, que también se movió, pero con menos clase, no le dio tantas facilidades y Filiberto hizo un esfuerzo en el que destacó su voluntad.
Por su parte, al también murciano Antonio Puerta le vino grande el compromiso y a su actuación le faltó confianza, colocación y reposo. Ni con el encastado y exigente segundo; ni con el cuarto, que se acabó rajando y fue el más deslucido, llegó a acoplarse.
Parte médico de Curro Díaz: Herida inciso contusa a nivel molar que afecta al surco nasogeniano y aleta nasal derecha. Se realiza lavado de la herida, anestesia local y sutura de la herida.